24 horas en el Barrio de las Letras, donde pervive la esencia de Madrid | El Viajero | EL PAÍS

2022-06-25 07:09:52 By : Ms. Phoebe Pang

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Hay lugares que no pierden su esencia, aunque el tiempo pase y las modas cambien. El Barrio de las Letras es uno de ellos. Sus madrileñas calles de edificios con balcón y faroles fernandinos donde habitaron grandes autores, de Cervantes a Lope de Vega, son hoy señuelo de modernas ideas de negocio. Cabe pensar que es un barrio con hechizo que atrapa.

Prueba de ello pretende ser la primera edición de  Cultuletras 2022, las fiestas culturales que esta semana (del 16 al 19 de junio) se celebran con un programa de rutas teatralizadas, cuentacuentos, conciertos y exposiciones con el fin de promocionar la cultura en la zona e impulsar su tejido comercial y hostelero. Detrás están la Asociación de Comerciantes del Barrio de Las Letras y el Ayuntamiento de Madrid a través de los proyectos Madrid Capital de Moda y Todo Está en Madrid.

El runrún de los 80 quedó atrás y hoy esta céntrica zona aburguesada es todo un full time, un lugar para el disfrute de día y noche. La parte baja, de donde sale este recorrido, invita a abrir la tarde en las terrazas de las tabernas La Platería (1) y el anexo Bar Museo (2) (ambas en la romántica plaza de la Platería de Martínez), donde desemboca la calle de Huertas. Es la avenida sin fin de las citas literarias de bronce sobre los adoquines que articula el barrio y le dio un nombre popular. Hoy, al fino Barrio de las Letras reciben desde el mítico Jazz Bar (3) (Moratín, 35) a moderneces como el centro de arte CaixaForum (4) (Paseo del Prado 36) o los espacios de coworking Impact HUB (5) (Alameda, 22; Gobernador, 26).

El mundo sigue girando mientras adentrados en la calle de Jesús (6) triunfan clásicas tabernas del siglo pasado, como La Dolores (Jesús, 4), de 1908. A un lado, Cervezas La Fábrica (en el 2) sirve rica ensaladilla y buen salpicón de marisco bajo un artístico conglomerado de latas de conserva sobre la barra para delirio del turista. El anexo Los Gatos (Jesús, 2) es un hito del vermú y las tostas. Más allá, el hotel The Westin Palace, otro emblema, acoge un espacio de postín con brunch bajo una cúpula acristalada, La Rotonda (Plaza de las Cortes, 7).

La ubicación para visitar los principales museos de la ciudad atrae al turisteo, mientras la cocina internacional busca progresivamente su sitio. El penúltimo en debutar ha sido El Social Club (7) (Moratín, 42), un restaurante de cocina-fusión asiática, peruana y argentina, de unos atareados socios con otro local en Chueca. Una alternativa a la hora del almuerzo. También lo ha hecho, algo más arriba, Masala Darbar (8) (Huertas, 53), donde sus dueños de Bangladesh sirven delicias de pollo y cordero al curry en platos como Chicken Tikka Masala o Lamb Balti, en pequeñas y concurridas mesas. Cerca, Piccolo Diavolo (9) (Fúcar, 14) ofrece pasta al dente. Y enfrente, en 127 Taipei Bar Ramen & Baos (10) (el 11), la mujer taiwanesa del otro lado de la barra cuenta que Madrid es ya “una ciudad internacional”. Más bien, en esas está el barrio. El veterano vietnamita Viet Nam (11) (Huertas, 4), también con servicio autóctono, ha abierto Hola Vietnam (12) (en el 10); Balón Tokio (13) (Echegaray, 29) es un nuevo y diminuto japo y luego está el célebre griego Dionisos (14) (León, 17), con sus musakas y buñuelos de calabacín con queso feta. En el célebre vegano La Biotika (15) (Amor de Dios, 3), su dueño Jesús Martín apunta que el barrio ahora “es más europeo”.

Tras el ágape, la calma chicha y las propuestas de diseño invitan a tantear alguna compra en el bazar de artesanía Ibai (16) (San Agustín, 7), la tienda de mobiliario y objetos vintage Modernario o la de vinos y arreglos florales Velo de Flor (ambas en Santa María, 20) (17). Abajo, en El Escudo de Toledo (18) (Plaza Cánovas del Castillo, 4) puede uno llevarse una menina tamaño bolso. Desde la vecina Asociación de Comerciantes del Barrio de Las Letras (Huertas, 47), con cerca de 250 socios, aseguran que en el barrio hay una oferta gastronómica y turística “importante” aunque “aún no al 100%”, tras la pandemia. Con todo, no deja de reinventarse. Al espacio cultural La Fábrica (19) (Alameda, 9) y las galerías de arte como Blanca Soto (20) (Almadén, 16) se han ido uniendo la moderna Mar de Vida  (Moratín,23) (21) o la librería Kalandraka (22) (Santa María, 16), aunque ahora solo vende online.

 El gentío aumenta a medida que ascendemos hacia el centro y avanza la tarde. De camino, en D´Candeal (23) (Moratín, 39) tientan sus irresistibles pestiños de azúcar y miel. Enseguida asoma la Plaza de Matute (24), un bonito pasaje que une Huertas y Atocha, sendas rúas clave. Merece una parada La Merecida (25) (Huertas, 20), un nuevo local gastronómico con sabrosas bravas picantes, un retrato del joven diestro Manolo Vázquez y agradable terraza. Enfrente, los fans del Sur podrán catar en el florido Amano (Plaza de Matute, 4) el premiado queso payoyo, y otras lindezas del mar. En la misma plazuela, Casa Varona (Matute, 13) es un restaurante que fue la épica mantequería A. Cabello, y el gastrobar Matute (el 12), del Grupo La Fábrica, un famoso bar de actores. Falta algo del charme castizo de antaño, mientras que lo latino sorprende. El cocktail-bar Belisa (26) (Huertas, 29) hace esquinazo con la animada calle de León. Entre lámparas de diseño con forma de chimpancé sirven cócteles de la colombiana Valeria Naranjo, que reivindica la literatura femenina en algunos con leche de almendras. La carta es del mexicano Josué Reyes e incluye tacos de cochinita pibil y panceta confitada.

En plena reconversión, en este barrio de unas 4.500 almas (de 11.000 en el distrito, el de Cortes), el ingenio no cesa. El Gran Hotel Inglés (27), que abrió en 1886 y fue pionero en su conexión a la red eléctrica, se moderniza con Casa Lobo (Echegaray, 8), el restaurante con platos madrileños del chef Fernando Arellano, y el afterwork Lobbyto Bar. La clave está en ofrecer gastronomía con encanto. En Santa María, otra arteria principal, se asienta la triple carambola de los tres imaginativos chefs de Grupo TriCiclo: Il Giro in Tandem (28) (Santa María, 39), una trattoria digna de Pasolini; TriCiclo (29) (en el 28), el local más gastronómico, y la clásica taberna La Elisa (30) (42). Le han sumado el asador Sua (31) (Moratín, 22). Cualquiera es buena opción para la cena. Otra más popular son los huevos estrellados de Los Rotos (32) (Huertas, 74) o Alimentación Quiroga (33) (Huertas, 19), un bullicioso local juvenil de degustación bajo el rótulo de un clásico comercio. Apuesta segura son siempre Vinoteca Moratín (34) (Moratín, 36), La Malontina (35) (Verónica, 4) o el marisco de El Barril de Las Letras (36) (Cervantes, 28). A un nivel más, la izakaya Yugo The Bunker (37) (San Blas, 4) y el canario Gofio (38) (Lope de Vega, 9) lucen sus primeras estrellas Michelin en el barrio.

Entrada la noche, hay que bajar unas calles para atravesar el pasillo de leds que conduce a la transgresora sala Transbaroque (39) (Amor de Dios, 13), con sesiones de danza y música barrocas, copas y videomapping. O visitar la bella y bucólica coctelería del hotel Alba Room Mate (40) (Huertas,16). Ya en la Plaza de Santa Ana, junto al delicioso Ana La Santa (41) (Plaza Santa Ana, 14), en el hotel ME, se esconde Viva Madrid (42) (Manuel Fernández y González, 7), una coctelería mítica con lámparas XXL de Lázaro Rosa-Violán, gárgolas sobre la barra y una carta inspirada en el mítico Sudestada. La noche pierde su nombre ante las colas de Salmon Guru (43) (Echegaray, 21) y los cócteles de Diego Cabrera, entre luces de neón. O el jazz y los djs de Revoltosa (44) (Prado, 4). Falta un conejo en la chistera.

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