Estos eran los 6 platillos favoritos de Frida Kahlo y cómo prepararlos | MUI KITCHEN Famosos

2022-10-02 12:00:02 By : Ms. Yanqin Zeng

Frida nació el 6 de julio de 1907 en Coyoacán, México. Fue la tercera de las hijas del matrimonio formado por Matilde Calderón y Guillermo Kahlo, de origen húngaro y de profesión fotógrafo. Se cree que a los seis años tuvo Poliomilitis, otros estudiosos indican que sufría Espina Bífida, por lo que tenía una leve cojera.

Sin embargo, lo que determinó su forma de vida, fue el accidente que sufrió una tarde del 17 de septiembre de 1925, cuando el autobús en el que viajaba colisionó con un tranvía y como consecuencia, aún sin haber cumplido los veinte años, estuvo un mes en coma, con importantes heridas y fracturas que pudieron ser mortales, incluso una barra de hierro le atravesó el abdomen.

Guillermo Kahlo se consideraba asimismo un artista, y fue su primer mentor de Frida liberándola de las tareas del hogar que asumieron por completo tanto su madre como sus hermanas. Primero porque acompañaba a su padre en sus trabajo como fotógrafo, ayudándole, y posteriormente porque las secuelas del accidente la obligaban a estar mucho tiempo en reposo.

Frida pintaba en la cama, pintaba en el hermoso patio de su casa y hacía una vida muy familiar alrededor de la cocina y de la mesa, donde maíz, aguacates, guayabas o especias nunca faltaban. En el día a día de los Kahlo se podía disfrutar de Atole que se elaboraba en desayunos y meriendas con la masa de la tortilla diluida en agua y que se acompañaba con fruta, chocolate o especias y se aderezaba con azúcar, así como los batidos de frutas tropicales a los que en ocasiones se añadía leche.

En la comida abundaban los huevos con platos como los chilaquiles, huevos rancheros, fritos sobre tortilla, con salsas de tomates. También los tacos y los tamales. Imprescindibles las sopas, algunas casi secas, los estofados, las ensaladas… y siempre las aguas aromatizadas con fruta fresca.

Cuando se casó con Diego Ribera  el 21 de agosto de 1929, el pintor que era un gran comedor precisaba que su esposa la joven Frida Kahlo cocinara algunos de sus platos preferidos como el Mole, dándose la curiosidad de que fue la ex esposa de Rivera Lupe, quien enseñaría a Frida a prepararlo.

Aunque la artista se debatía entre sus ideas políticas comunistas y el conservadurismo inspirado por su madre, como un acto de rebeldía, comenzó a indagar y sentir auténtica pasión por la cultura tradicional mexicana, a vestir con los trajes típicos y peinarse con trenzas y adornarse con flores. Una tendencia que llevó hasta la cocina, sirviéndose en su mesa los platos más tradicionales de la cocina mexicana e incluso pre hispana presentados en platos de vivos colores, tanto en la Casa Azul (hoy museo) como en la singular vivienda dividida en dos, que ambos artistas compartieron, separada por un pasillo acristalado.

A su mesa, en su propia boda, no faltaron las Enchiladas, frijoles, los moles, tortillas, arroces, guisados o mazorcas, platillos que se ponían encima del mantel para ser degustados por todos, mesas que compartieron con grandes intelectuales, políticos y artistas del siglo XX, como León Trotsky a Henry Moore, Remedios Varo, Chavela Vargas  o André Bretón.

Cuando Frida viaja en 1931 a Nueva York con Diego Rivera, una de las cosas que más echa de menos es la cocina mexicana y los productos que no consigue encontrar ni en la capital, en San Francisco o Detroit. En ocasiones decía que los gringos eran galletas sin cocer.

En su obra hay multitud de cuadros que junto a animales con los que convive en la casa azul como loros, periquitos o monos, pinta lo que denomina como naturalezas muertas, pero que a tenor de las pinturas está muy viva. Frida hace alusión a los frutos que produce la tierra fértil mexicana en sus pinturas alegóricas, pero las hace más orgánicas. En una ocasión llegó a decir:  “Pinto flores para que no mueran pero me gustan las frutas porque guardan lo más sabroso en su interior”. Otra razón podría ser que estas obras con frutas se vendían muy bien y ella necesitaba el dinero para no depender económicamente de su esposo, Diego Rivera.

Estas obras aparecieron por primera vez a finales de la década de 1930 con la joya erótica Flor de vida –también llamada El lanzallamas- y con sencillos platos de frutas: Pitahayas, (1938), y Tunas, (1938), ambas pintadas sobre metal. Estas le permitían explorar sus inquietantes ideas personales mediante la utilización de un tema agradable que no ahuyentaba de inmediato a los potenciales compradores. Un ejemplo específico de este género es la pintura de 1943 “La novia asustada ante la vida abierta”. Otra más aterradora es El pollito sobre un nido de palos secos.

En los bodegones de frutas y verduras, Frida no pinta platos elaborados, solo esos alimentos aunque en sus escritos y su diario personal tampoco habla en exceso de la comida, además del Mole de Lupe, le menciona a su doctor Leo Eloesser de San Francisco, su gusto por la Enchiladas y Frijoles, pero la artista es consciente de que a su esposo le gusta comer bien, y no duda en llevarle la comida mientras trabajaba en sus murales, como en  el de Cuernavaca, portando su cesta y vestida con el ropaje típico del Istmo de Tehuantepec, con joyas de plata y jade y cintas en el pelo trenzado.

Sus faldas estaban llenas de ornamentos, al igual que los rebozos con que cubría sus hombros. Sin embargo en Detroit, Diego enfermó y la propia Frida se ocupó de ayudarle a tomar una dieta vegetariana con la que perdió 45 kilos. Ella comía muy poco, siempre fue muy delgada, en algunas etapas de su vida bebía sobremanera, en parte por los desengaños amorosos, en parte por sus constantes dolores.

En su madurez la artista pensaba en la Naturaleza como en el valor absoluto, y la mayoría de sus cuadros, además de sus autorretratos, tenían que ver con la tierra, el campo y sus frutos. En su precioso cuadro “Naturaleza muerta: viva la vida”, las sandías cortadas en diferentes piezas tienen como fondo un precioso cielo azul y nubes, en una de las sandías se puede leer: Viva la Vida, Frida Kahlo Coyoatan 1951-1954. En otro cuadro: “Cocos (miradas 1951) atribuye a estos frutos la tristeza, también hay sandías y naranjas, pero los cocos lloran, porque la naturaleza, también en este cuadro de 1951, puede estar triste, como ella misma.

120 g de zumo de naranja amarga

1 kg de pierna deshuesada o magro de cerdo cortados en dados

4 hojas de plátano ligeramente asadas

Para la pasta de especias

3 cabezas de ajos, 2 peladas y 1 asada

5 cucharadas de pasta de achiote

1 ½ cucharadas de semillas de comino tostadas

4 cucharadas de chiles secos molidos (opcional)

4 cucharadas de orégano tostado

120 ml de zumo de naranja amarga

 Para hacer las tortillas de harina

½ cucharada de levadura en polvo

Para elaborar 475 ml de escabeche morado

4 cucharadas de aceite de oliva

½ cucharada de pimienta negra en grano

5 cebollas rojas cortadas en rodajas finas

124 ml de vinagre de sidra

Para preparar las tortillas: Se mezcla la harina, la sal y la levadura en polvo (si se utiliza) en un bol mediano. Añada la margarina vegetal y la manteca y frótelas con la punta de los dedos hasta que se mezclen por completo. Añada 350 ml de agua templada y amásela con suavidad 2 o 3 minutos. Cúbrala con un paño de cocina y déjala reposar 15 minutos.

Coja la masa con las manos y forme 8 obleas del tamaño de una pelota de golf. Extienda cada bola sobre una superficie enharinada, manteniendo la forma circular, hasta obtener un disco de unos 12 cm de diámetro. Apílelos a medida que los hace, intercalando hojas de papel vegetal. Ponga a calentar un comal, o una plancha, y fría las tortillas 1 minuto, o hasta que formen burbujas. Deles la vuelta y fríalas 30 segundos más.

Para preparar el escabeche morado valiente el aceite de oliva en una cazuela. Eche los ajos, la pimienta en grano, el clavo, la canela y las hojas de laurel y réguelos a fuego lento, removiendo de vez en cuando, hasta que desprendan su aroma.

Añada las cebollas rojas y los chiles y siga rehogándolos 10 minutos. Vierta el vinagre, sal al gusto y, si la mezcla estuviera muy espesa, añada 4 cucharadas de agua. Retire la cazuela del fuego y deje que se enfríe.

Para preparar la pasta, introducir todo el ajo, la canela, la pasta de achiote, las semillas de comino, los clavos, los chiles secos y el orégano en una batidora y triturar hasta obtener una consistencia espesa. Pasar la pasta a un bol, incorporar el zumo de naranja y rectificar de sal.

Para preparar la carne, poner 4 cucharadas de la pasta en un bol e incorporar el zumo de naranja hasta que se mezclen bien. Colocar la carne en un plato, repartir la pasta por encima y remover para que se impregne bien. Cubrir con film transparente y dejarla marinar 3 horas como mínimo o toda la noche preferentemente.

Precalentar el horno a 200ºC, Ponga una fuente refractaria grande con agua en la base del horno. Forre una olla de barro o una cazuela de hierro fundido con hojas de plátano, añada la carne marinada, cúbrala con más hojas y tápela o cúbrala con papel de aluminio.

Introduzca la olla o la cazuela en el horno y ase la carne unas 3 horas, hasta que esté tierna y bien hecha. Retírela del horno y déjela enfriar sin destapar.

Cuando la carne se haya enfriado, sáquela con una espumadera, reservando el líquido de cocción. Desmenuce la carne y póngala en una fuente refractaria. Mida 250 ml del líquido de cocción reservado, si fuera necesario, añada agua. Viértalo sobre la carne y devuelva al horno hasta que se caliente y tenga un color uniforme.

Retire la fuente del horno. Pruebe la carne, rectifique la salazón si fuera necesario y sírvala de inmediato con tortillas calientes y el escabeche.

El Mole es una salsa de la cocina clásica mexicana que mezcla ingredientes indígenas y españoles. Una vez hecha se pone sobre la carne ya cocida, las especias, los frutos secos, las semillas y la fruta seca. El mole poblano, por ejemplo también tiene chocolate negro. Esta receta nos la proporciona la mexicana Rita Sánchez, del restaurante Indiano, en Madrid.

1 tortilla de maíz 

5 chiles guajillo o chilacate seco

20 o 25 pzas de tomatillo verde 1 cebolla blanca mediana en trozos 

1 tomate de rama mediano entero

1 tablilla de chocolate Ibarra o Abuelita 

1 trozo mediano de pan 

3 dientes de ajo pequeños 

Un puñito de pimienta negra entera

Un puñito de tomillo 

Un puñito de bye moscada 

Un puñito de comino 

2 trozos medianos de canela 

1 trozo pequeñito de jengibre 

Freír la tortilla de maíz en aceite de maíz o girasol y reservar en una olla honda 

Pasar por el aceite todos los chiles secos a que se hidraten, cuidando que no se quemen pues se amarga y reservar en la olla 

Pasar por aceite los tomatillos a que se doren un poco y reservar en la olla 

Pasar por aceite la cebolla a que se dore un poco y reservar en la olla

Pasar por aceite el pan a que se dore y reserva en la olla 

Pasar por aceite el tomate a que se dore un poco y reservar en la olla 

Pasar por aceite los ajos a qué no se quemen pues amargan y reservar en la olla 

Tostar un poco el ajonjolí en una sartén de refilón sin aceite y reservar hasta que empecemos a moler nuestros ingredientes 

Una vez que están todos los ingredientes que pasamos por el aceite, agregamos agua natural a que los cubre y los dejamos hervir un poco a que se hidraten para poder licuarlos perfectamente 

Moler poco a poco todos los ingredientes con el caldo de la proteína que lo acompañarás ya sea con pollo o carne de cerdo, agregar poco a poco todos los ingredientes que tenemos incluyendo el ajonjolí.

Ya molido y colado todo se fríe la salsa en una olla honda como lo explico a continuación. 

Poner una olla o cacerola ancha y honda 3 o 4 cucharadas soperas de manteca de cerdo a que se disuelva con el fuego medio y un chorro generoso de aceite de girasol o maíz y una vez molido todos los ingredientes se cuela bien y se agrega a esta olla para sofreír la pasta licuada removiendo constantemente para que no se queme y pegue.

Agregar una cucharada de sazonador ya sea de pollo o cerdo y remover.

Una vez sofrita la pasta se le agregan 2 o 3 cucharadas soperas de azúcar, dependiendo lo dulce que te guste, removiendo constantemente para que no se pegue y se prueba para rectificar el sabor, si fuese necesario agregar un poco más del caldo de la proteína con que lo acompañaras.

1 cucharada de manteca o aceite de maíz

300 g de queso Chihuahua, Monterey Jack o manchego semicurado rallado

1 ración de masa (75 g harina que se amasa con 20 ml agua)

2 aguacates deshuesados y cortados en rodajas

150 g de queso feta, ricotta o requesón desmenuzado

Ponga los chiles ancho para la enchilada en un bol, cubrir de agua caliente y dejarlos en remojo diez minutos.

Para preparar el relleno, se funde la mantequilla en una cazuela. Agregar el ajo, el tomate y los chiles, salar y rehogarlos unos 15 minutos hasta que se espese. Incorporar el queso rallado, retirar la cazuela del fuego y dejar enfriar.

Para preparar las enchiladas, introducir los chiles remojados en un vaso de batidora con 120 ml del agua del remojo y triturarlos hasta obtener una pasta. Mezclar en un bol con la harina y la sal, amasarla y reservarla para las tortillas con chile.

Precalentar una sartén plana de fondo grueso a fuego medio-fuerte. Mientras, ponga cucharadas colmadas de masa en una prensa para tortillas, de una en una, para formar pequeñas tortillas. Échalas en la sartén. Deles la vuelta un par de veces. Cuando empiecen a hacerse, añada 1 cucharadita del relleno, lo justo para cubrir la mitad de cada tortilla con una fina capa. Doble cada tortilla por la mitad y manténgalas otro minuto en el fuego, dándoles la vuelta una o dos veces.

Forre el interior de una cesta o un bol con una servilleta y coloque las tortillas encima. Cubrirlas con papel de cocina para que no se queden duras. Adornelas con las cebolletas, el aguacate y el queso.

*Las enchiladas también pueden freírse con aceite de oliva virgen extra.

450 g de alubias negras cocidas y escurridas

120 g de queso Panela (queso fresco suave) o cremoso rallado desmenuzado

Calentar el aceite en una cazuela a fuego medio y freír la cebolla 7 minutos, hasta que esté traslúcida.

Añada las alubias, remuévalas y fríalas 5 minutos más, o hasta que estén bien calientes.

Retírelas del fuego y cháfelas.

Se sirven en una fuente con el queso por encima.

120 ml de aceite de oliva

1 pechuga grande de pollo, sin piel, cortada en dados.

75 g de almendras escaldadas y picadas

50 g de aceitunas verdes picadas

Pela los chiles, ábralos a lo largo con cuidado y retira las semillas. Para preparar el relleno, calentar una cucharada de aceite en una sartén, echar la pechuga de pollo, salpimiéntela y fría 7 minutos. Escúrrala y déjela enfriar. Pásela a un robot de cocina o una batidora y tritúrela hasta obtener una pasta homogénea.

Caliente 3 cucharadas de aceite en una cazuela a fuego medio y sofríe la cebolla y el ajo 2 minutos.

Añadir el tomate, el perejil, las almendras, las pasas y las aceitunas y sofreír 10 minutos, removiendo, hasta que desprendan su aroma.

Añadir el pollo, sal al gusto y retirar la cazuela del juego.

Con la ayuda de una cuchara rellenar los chiles con el picadillo y emplatar.

el zumo de 1 limón

100 g de queso panela o feta suave cortado en dados

50 gr de guisantes ligeramente cocidos

1 tomate pelado, despepitado y picado

Cortar los aguacates por la mitad transversalmente y deshuéselos.

Extraiga la mayor parte de la carne, dejando una capa de 1 cm junto a la piel. Pélelos con cuidado, rocíelos con el zumo del limón y sálelos.

Ponga la carne de los aguacates en un bol, mézclalo con el queso, los guisantes, el tomate y la mayonesa (si prefiere utilizarla y salpiméntela.

Rellenar los aguacates con la mezcla.

Con información de Con Mucha Gula.

{{author}} {{#date}} - {{date-format}} {{/date}}

© Copyright 2022 MSITES Todos los derechos reservados. Regus Olivos Libertador, Edificio Lumina Puerto de Olivos | Av. del Libertador 2442 Piso 4, Olivos | (B1636DSR) Buenos Aires - Argentina msites.net | info@msites.net | info@mui.kitchen | Teléfono: +54 9 11 6662 3544